Urge otro pacto social europeo actualizado que tenga en cuenta las
nuevas condiciones objetivas (sociedades más viejas, presencia de millones de
inmigrantes) y corrija los efectos más injustos de las políticas económicas
adoptadas (ausencia del pleno empleo, empobrecimiento…) recomponiendo el
consenso ciudadano, para lo que se necesitan marcos democráticos más agresivos,
con participación directa de los ciudadanos en muchas de las tomas de
decisiones, así como un papel más activo de intervención en la economía por
parte del Estado como gran agente de políticas activas de generación de empleo
y riqueza. Lo que no cabe duda es que otras políticas son posibles y pasa
porque se refuercen las democracias. No estaría de más dar un repaso a la
denostada teoría marxista, eso sí, sin caer en las desmesuras y atrocidades que
generaron en cuanto a la prohibición de libertad individual se refiere.
La acreditación de la situación
crítica por la que atraviesan las sociedades actuales en lo que se refiere a
las desigualdades deriva de la ruptura del contrato que dio lugar al modelo
social europeo después de la II Guerra Mundial, la mejor utopía factible de la
Humanidad. Aquel contrato implícito entre las principales fuerzas políticas
(socialdemócratas y democristianos) proporcionó el período más intenso del
crecimiento económico (la edad de oro del capitalismo) y la formación de los
modernos Estados del bienestar.
Stiglitz
lo ha resumido de este modo: un pacto entre la parte alta de la sociedad y el
resto, en el que los primeros se comprometían a proporcionar empleo y
prosperidad y los demás permitían a aquella que se llevase sus beneficios.
“Todos vosotros os lleváis una tajada, aunque nosotros nos llevaremos la más
grande”, decían. Ese acuerdo tácito, que siempre había sido frágil, se ha
desmoronado clamorosamente: los ricos se siguen llevando la riqueza, pero no
proporcionan a los demás más que angustia, desesperación e incertidumbre. La
clase media está siendo exprimida y el sufrimiento de los de abajo se está
haciendo más papable a medida que
aumenta el paro y quedan en evidencia las deficiencias de la red de seguridad
con los recortes en los programas públicos y de ayudas públicas, recortes que
se están llevando a cabo de una forma tan agresiva que provocan directamente en
muchos casos el paso de clase media a excluido social. Algo que se ha urdido de
forma ilusionante durante la segunda década del siglo XX, se ha visto
cercenado, mutilado, en menos de una década, y la posibilidad de que esta
situación sea objeto de un nuevo despegue se hace cada vez más reducida por la
desmedida ambición de los agentes de la ideología ultraliberal imperante, los
cuales tienen condicionada la actuación de los agentes políticos elegidos por
los distintos pueblos, con lo que conlleva de adulteración y manipulación de
los regímenes democráticos hasta ahora conocidos.
Sin educación no hay libertad, ese eslogan es clave para que todos los
ciudadanos exijan a sus representantes políticos e institucionales que para que
haya una sociedad rica y plural es imprescindible una educación pública de
calidad, y a la que puedan acceder todos los ciudadanos en igualdad de
condiciones, y esa educación empieza en el entorno de la familia, sigue en las
escuelas e institutos y culmina en las universidades, a las que las tasas no
puede ser un elemento disuasorio para poder estudiar. Los estudiantes en
educación social tenemos un reto amplio, pues en nuestras carnes estamos
viviendo la regresión de derechos y para ello debemos comunicar, formar,
apoyar, informar al mayor número de ciudadanos para que no adopte una actitud
pasiva ante la agresión que sufrimos, sino que seamos capaces de formular
alternativas que nos devuelvan a lo más importante que poseemos las personas
como ciudadanos, que es la dignidad.
Las desigualdades, en el caso de
los sectores más desfavorecidos y más débiles, son aún más alarmantes:
Discapacitados
Personas mayores
Inmigrantes
Parados...
Sufren la situación de no poder acceder a medios o ayudas públicas de ninguna clase. Se está pasando de los derechos que tiene toda persona a un desarrollo integral digno desde su nacimiento a la subsistencia a través de mecanismos en donde la caridad es el factor a tener en cuenta. Es decir, pasamos de ciudadanos a súbditos. Ni qué decir tiene que colectivos como presos comunes o personas que precisan ayuda para la desintoxicación de enfermedades producidas por las drogas ven cómo sus programas se ven cercenados por falta de medios.
Esta
situación hace que la labor que en la sociedad deben tener los educadores
sociales sea ilimitada, pues cada vez nacen problemas nuevos a los que hay que
dar respuesta también nueva. Se habla mucho de la utilización de los medios
tecnológicos, pero para eso lo
importantes es poder acceder a ellos, ya que no todo el mundo puede.
Es
cierto que los grandes avances de la Humanidad se han producido a través de
revoluciones. Quizá la revolución tecnológica que estamos viviendo sea el
embrión de la realmente superará los enormes y graves daños que se están
produciendo, es decir, movimientos como el 15M, con convocatorias a través de
las redes sociales, pueden ser el gérmen
de lo que ha de llegar para combatir el despiadado capitalismo en el que
estamos inmersos. Aquí un vídeo de la brecha digital.
Las sociedades actuales se ven convulsionadas en la actualidad por una enorme crisis económica, la cual está arrasando con las conquistas sociales que se han conseguido históricamente, en particular en el siglo XX. En este sentido, y hasta 1989, fecha de la caída del muro de Berlín, convivían ideológicamente dos maneras de configurar la sociedad. En una, la occidental, basada en regímenes democráticos, en donde el concepto de libertad era la máxima expresión para los ciudadanos en general, los cuales eligen sus representantes dentro de una variedad de opciones políticas. La otra, en donde el Estado, la figura máxima, garantizaba a los ciudadanos todas las necesidades básicas para su subsistencia, aunque no había libertad de elección.
Ese antagonismo derivaba en unas enormes energías de consensos sociales para alcanzar un bienestar para demostrarse los unos a los otros que su régimen era el mejor. Mientras esta etapa duró, el capitalismo en su máxima expresión tenía un control derivado de las instituciones en las descansaba la soberanía popular. Con la caída del muro de Berlín, sólo quedó una opción: el capitalismo.
En la actualidad el capitalismo más agresivo y descontrolado es el que representa el sistema financiero, el cual, al verse zarandeado por bancos en quiebra y en crisis, ha conseguido que los gravísimos problemas que han generado se trasvasen a los ciudadanos, los cuales al final son los que van a pagar el saneamiento de los citados bancos. Es vergonzoso que de los 90.000 millones de euros destinados a sanear la economía española, 89.700 millones se hayan destinado a salvar el sistema financiero, mientras que sólo 300 millones se hayan destinado a políticas sociales.
Ese enfrentamiento ideológico es vigente hoy día, pues como ya manifestó en su momento Norberto Bobbio la diferencia entre una ideología conservadora, o ultraliberal como la actual, y una ideología progresista se encuentra en el tratamiento de eliminar las desigualdades sociales. Es decir, hoy día estamos viendo de forma más que alarmante, grosera, cómo se atenta contra una educación pública e igualitaria, contra una sanidad pública y universal, cómo se suben las tasas universitarias, cómo se eliminan las becas, cómo se elimina personal docente, sanitario e investigador.
En resumidas cuentas, cómo se eliminan de un plumazo las pequeñas conquistas, que en el caso de España se han conseguido con un famélico Estado del Bienestar.